MVi 22:10
Y al verte regresar me senti un poco culpable.
No logró volverme tan cínico como para no dejar de sonreír ante tu inmanente belleza y perfección. Tras unos pasos inseguros caes a tu silla y al parecer aún no das cuenta de que yo no estoy sentado frente tuyo.
Una risa desparpajada llena el bar vacío, ambos meseros te voltean a ver y a ti te da igual.
-Creí verte sentado y cuando quise que me dieras un cigarro me espante por estar hablando al aire.
-¡Ah! ¿fue sólo miedo a quedarte sola para siempre?-, dije yo con mi mueca de gato de Cheshire.
-La soledad es soledad, corta, larga, planeada o accidental, -respondiste seria-; -Creí que eso te quedaba claro, a ti, mas que a nadie. -Rubricaste tu afirmación-.
Me jalaste hacia ti, y me diste un impreciso beso entre la oreja y el ojo. Entendí que la hora feliz acababa, y que ambos deberíamos buscar a la embriaguez por otros derroteros.
Dijimos un par de obscenidades al recibir la cuenta, maldijimos a todo lo que nos venía en mente, pero ninguno vio realmente el importe, pague con un par de billetes y por el rostro del pobre-mesero-ya-son-mas-de-las-diez, figure faltaban un par mas.
Bajamos al estacionamiento, entre risas tu, y mil ideas bizarras yo, me encanta sorprenderte con mis ideas fuera de lugar. Según tu nunca has vuelto a conocer a nadie tan extraño como yo. Cumplido aceptado con un poco de rubor.
-¿Qué va?, si solamente actuó así en tu presencia,
-Me encantas así,
-¿Te encanto?.
Llegamos al auto abriste la puerta y me diste con ella al tratar de ayudarte a entrar, golpeaste mi rodilla y me doble por el dolor. Tomaste mi cara y me besaste de una forma tan violenta que reconoceré me alarmo. Me vi haciéndote el amor ahí mismo. Así de pronto, entraste con lo que yo llamaría un salto de gacela y desbloqueaste mi puerta. Aún sigo teniendo reflejos muy lentos. Muy lentos.
No logró volverme tan cínico como para no dejar de sonreír ante tu inmanente belleza y perfección. Tras unos pasos inseguros caes a tu silla y al parecer aún no das cuenta de que yo no estoy sentado frente tuyo.
Una risa desparpajada llena el bar vacío, ambos meseros te voltean a ver y a ti te da igual.
-Creí verte sentado y cuando quise que me dieras un cigarro me espante por estar hablando al aire.
-¡Ah! ¿fue sólo miedo a quedarte sola para siempre?-, dije yo con mi mueca de gato de Cheshire.
-La soledad es soledad, corta, larga, planeada o accidental, -respondiste seria-; -Creí que eso te quedaba claro, a ti, mas que a nadie. -Rubricaste tu afirmación-.
Me jalaste hacia ti, y me diste un impreciso beso entre la oreja y el ojo. Entendí que la hora feliz acababa, y que ambos deberíamos buscar a la embriaguez por otros derroteros.
Dijimos un par de obscenidades al recibir la cuenta, maldijimos a todo lo que nos venía en mente, pero ninguno vio realmente el importe, pague con un par de billetes y por el rostro del pobre-mesero-ya-son-mas-de-las-diez, figure faltaban un par mas.
Bajamos al estacionamiento, entre risas tu, y mil ideas bizarras yo, me encanta sorprenderte con mis ideas fuera de lugar. Según tu nunca has vuelto a conocer a nadie tan extraño como yo. Cumplido aceptado con un poco de rubor.
-¿Qué va?, si solamente actuó así en tu presencia,
-Me encantas así,
-¿Te encanto?.
Llegamos al auto abriste la puerta y me diste con ella al tratar de ayudarte a entrar, golpeaste mi rodilla y me doble por el dolor. Tomaste mi cara y me besaste de una forma tan violenta que reconoceré me alarmo. Me vi haciéndote el amor ahí mismo. Así de pronto, entraste con lo que yo llamaría un salto de gacela y desbloqueaste mi puerta. Aún sigo teniendo reflejos muy lentos. Muy lentos.
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